lunes, 17 de agosto de 2009

Selección de textos por Pérez Declercq

Selección de textos de Adorno y Horkheimer; Avila, Cristiano, De Sousa Santos sobre “Sociología y formas de conocimiento”

Por Ana Pérez Declercq


Con el propósito de introducirnos en el mundo de conocimiento social pensamos que es importante preguntarse por las formas de conocer que existen a interior de las ciencias sociales, en particular, de la sociología.
Abarcando desde de las primeras formas “científicas” de conocer los fenómenos sociales hasta algunas formas de conocer contemporáneas, hemos decidido centrarnos en tres formas de conocimiento: la positivista, la crítica y la reflexiva.

El paradigma positivista que predominó en los pensadores que podríamos ubicar en la prehistoria de la teoría social estuvo basado en las siguientes ideas fundamentales: “la distinción entre sujeto y objeto y entre naturaleza y sociedad o cultura; la reducción de la complejidad del mundo a simples leyes, susceptibles de ser formuladas matemáticamente; una concepción de la realidad dominada por un mecanismo determinista y de la verdad como representación transparente de la realidad; una distinción estricta entre conocimiento científico –considerado el único riguroso y válido- y otras formas de conocimiento, tales como el sentido común o el de las humanidades; privilegio de la causalidad funcional, hostil a la investigación de las “causas últimas” consideradas metafísicas y centradas en la manipulación y transformación de la realidad estudiada por la ciencia.” (de Sousa Santos, 2008: 41,42)

Frente a las formas de conocimiento antes mencionadas que repudian todo valor cognoscitivo originado por enunciados normativos o por juicios de valor, surge una visión crítica de las concepciones heredadas del positivismo y desde la teoría crítica se propone una reflexión y reconstrucción del conocimiento científico y se afirma que la producción teórica no puede existir independientemente de los procesos sociohistóricos y económicos dentro de los cuales han surgido. Esto significa que el contexto histórico determina el objeto y la finalidad de toda investigación de manera tal que ninguna teoría puede ser “imparcial” sino que está signada por diferentes intereses aún cuando una objetividad aparente oculta su inevitable carácter ideológico. Además, el investigador, tampoco puede sustraerse de manera radical, siempre será parte misma del objeto social investigado.

La imagen positivista de la ciencia viene a ser cuestionada también desde un conocimiento de tipo reflexivo. La sociología reflexiva se distancia de la creencia según la cual existe un mundo natural considerado como real que el científico, en su pretensión objetivista, puede conocer tal cual es si tiene en cuenta una serie de pautas o pasos predefinidos (el método científico). Tomando en consideración el origen social del conocimiento, es necesario que la sociología realice un ejercicio reflexivo sobre si misma y haga evidente el contexto en el que emerge y los intereses sociales a los que está sujeta.
La sociología reflexiva se propone analizar los presupuestos desde los que se emprende la tarea de conocer así como las condiciones sociales de producción de su imagen de conocimiento. Este análisis, señala Bauman (1990), nos permite vivir de modo más consciente, se “desnaturalizan” las evidencias incuestionadas y se buscan nuevas interpretaciones que las dadas por el sentido común haciendo que se liberen las probabilidades de lo posible. Sobre este modo de conocer encontrarán sus principales representantes en la selección y organización de textos “La desnaturalización de lo social” realizada por Gabriela Guerrero.

A continuación se organizarán fragmentos de algunos textos que se ocupan de describir las formas de conocer positivista y crítica.


Sociología positivista

El conocimiento de los fenómenos sociales como conocimiento “científico” nace con dos formas de conocer, una basada en los principios epistemológicos y metodológicos que dominaban el estudio de la naturaleza desde el siglo XVI; y otra, durante mucho tiempo marginal, que procuró para las ciencias sociales un estatuto epistemológico y metodológico propio.
Con posterioridad a los pensadores netamente positivistas que van de Saint Simon a Spencer, los pensadores que procuraron para la sociología una metodología propia y otorgarle un carácter “científico” son principalmente, Émile Durkheim y Max Weber. Las obras de ambos autores, aunque coinciden con los pensadores positivistas en regirse bajo las reglas de la ciencia moderna, se separan de estos y buscan un método propio para la sociología.


Fragmentos extraídos del texto de Cristiano (1996)

Quienes dieron su impulso originario al estudio sistemático de las cuestiones sociales creían en la posibilidad de una ciencia específica de la sociedad –en seguida veremos en qué sentido hablan de “ciencia”– a cuya constitución y consolidación se propusieron aportar con sus obras. Estamos hablando de un conjunto heterogéneo de autores y sistemas de pensamiento desarrollados a lo largo del siglo XIX y en las primeras dos décadas del XX, cuyo rasgo común es precisamente el de autoconcebirse como aportes fundacionales a la ciencia que dio en llamarse sociología.
(…)
Cronológicamente, el primero de esos referentes es Henry Saint Simon (1760 – 1825), habitualmente considerado fundador de la sociología en términos científicos. Compleja y polémica, la obra de Saint Simon fue retomada por los autores de lo que se conoce como “socialismo utópico” –una de las fuentes de inspiración de Kart Marx- como por autores que sustentaron ideas de fuerte tinte conservador.

La nueva ciencia de la sociedad postulada por Saint Simon (a la que no llamaba sociología sino “física social”), no representa el descubrimiento de la sociedad como tema de reflexión, algo que podemos encontrar en la mayoría de los pensadores destacados de cualquier época de la historia humana. Antes bien, lo nuevo de su propuesta era la idea de una eventual “cientificidad” del abordaje teórico de lo social, rasgo que haría del pensamiento sociológico un tipo de saber equiparable al alcanzado en campos como la física o la biología. Esto significaba, en esencia, evitar la reducción del análisis social a meras opiniones subjetivas –por sofisticadas que estas sean- convirtiéndolo en cambio en un conocimiento comprobado y confiable de la naturaleza y la dinámica de las sociedades humanas. Un conocimiento de tal índole se convertiría a su vez en una herramienta útil para quienes cumplen las funciones de dirección y organización de las sociedades. El origen mismo de la sociología como disciplina instaura, por lo tanto, una vinculación directa entre el conocimiento sobre lo social y la actividad política, relación que ha perdurado hasta el presente y ha sido siempre prenda de acalorados debates.

Para comprender en su dimensión histórica este proyecto, es necesario remitirlo a la corriente filosófica conocida con el nombre de positivismo, para cuyos partidarios la ciencia era la manera suprema de conocimiento del mundo. Su modelo principal fue la física, por entonces dueña de sorprendentes descubrimientos y principal sustento de la revolución tecnológica de la época. Se sostenía que si esta disciplina, a través de sus métodos, había logrado comprender y aplicar sutiles leyes explicativas de los hechos naturales, no había ningún impedimento para que otras áreas de fenómenos –como por ejemplo el de la psicología humana o el de las sociedades- alcancen por la misma vía un saber igualmente sofisticado y con similar poder predictivo.

La más acabada expresión decimonónica de este proyecto fue la de Auguste Comte (1798 – 1857), otro de los padres fundadores de la sociología y el primero en utilizar esa palabra para designar a la nueva ciencia. La equiparación del estudio de la sociedad con el de otros tipos de fenómenos está planteada claramente en su misma definición de la sociología, a la que caracteriza como el estudio de los fenómenos sociales “…considerados con el mismo espíritu de los astronómicos, los físicos, los químicos o los fisiológicos, es decir, sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento es el objeto especial de la investigación” (Comte, cit. por Portantiero, 1990:20)
(…)
Este desarrollo histórico era competencia de lo que denominaba “dinámica social”, una de las dos grandes divisiones de la sociología tal como él la concebía. La otra rama era la de la “estática social”, destinada a dar cuenta no ya del cambio progresivo de las sociedades, sino de su funcionamiento estable. Aunque Comte no desarrolló exhaustivamente esta parte de sus trabajos, la idea de un análisis estático de lo social representa una de las influencias más perdurables de su obra en el desarrollo posterior de la sociología. La gran pregunta de la estática social es cómo es posible el establecimiento y el mantenimiento del orden social.

La importancia de este interrogante en la historia de la teoría social es tal, que muchos han considerado pertinente distinguir en la disciplina, especialmente en esta etapa de consolidación, a dos grandes grupos de pensadores: los que centran su interés en el problema del orden y los que lo hacen en el problema del conflicto. En unos, el punto de interés se concentra en las condiciones que hacen posible la regularidad del funcionamiento de los sistemas sociales; en los otros el interrogante se concentra en los conflictos sociales generados por la desigualdad en la distribución del poder y la riqueza. Así como Comte es el punto de partida de la primera corriente, Marx es el nombre principal de la segunda. El interrogante comteano del orden social será desarrollado con riqueza y extensión por Durkheim y alcanzará su forma más acabada en la sociología estructural funcionalista de Talcott Parsons.
Aunque se esmeró en distinguir sus planteos de los de Comte, el sucedáneo más claro de sus ideas fue el inglés Helbert Spencer (1820 – 1903). Spencer era también partidario de la ciencia de la sociedad tal como era concebida por los cánones del positivismo, es decir, como ciencia empírica orientada al descubrimiento de leyes generales. También al igual que Comte y muchos de sus contemporáneos, sostenía la idea de una evolución de las sociedades y, más ampliamente, de todos los fenómenos del universo.
En todas estas ideas resuenan sin dudas los ecos de una teoría biológica que sacudía por entonces al mundo intelectual: la teoría de la evolución por selección natural propuesta por Charles Darwin. Spencer no sólo se inspiró en ella para imaginar una evolución de las sociedades humanas, sino también para postular que, así como en las especies animales la lucha y la supervivencia del más apto era el principio subyacente a la evolución, lo mismo sucedía en las relaciones entre los hombres y entre las sociedades formadas por los hombres.
(…)
Con la línea de pensadores que va de Saint Simon a Spencer estamos todavía en lo que puede considerarse prehistoria de la teoría social. Sus obras aparecen hoy ante nuestros ojos como objetos distantes, productos de un espíritu de época que no compartimos y, por lo tanto, portadores de un atractivo muy inferior al de las obras actuales. No ocurre lo mismo con la posterior generación de teóricos sociales y, en particular, con las obras de Émile Durkheim y de Max Weber, las más importantes, sofisticadas e influyentes del período. Ellas expresan a la vez la síntesis de los planteos decimonónicos en pos de una sociología “científica” y el punto de partida de buena parte de la teoría social de nuestro tiempo.


Fragmentos extraídos del texto de Adorno, T. W. y Horkheimer (1969)

El término "sociología" se remonta a Aguste Comte, a quien se considera, en general, como fundador de la disciplina, y cuya principal obra sociológica, el Cours de philosophie positive, aparece entre 1830 y 1842. La palabra "positiva" fijaba aquí con exactitud el acento que la sociología mantuvo luego siempre, como ciencia en sentido estricto. Hija del positivismo, nace de la voluntad de liberar el saber de la fe religiosa y de la especulación metafísica. Mediante el apego riguroso a los hechos se esperaba llegar, también en este campo, a la objetividad de la cual eran un modelo las ciencias naturales, experimentales por un lado, matemáticas por el otro. Según Comte, la doctrina de la sociedad había permanecido más acá de ese ideal científico. Trata de hacer de ella una ciencia, que deberá dar cuerpo y sustancia a lo que la filosofía sólo había ambicionado.
(…)
Con el progreso y el perfeccionamiento de las ciencias naturales, en las cuales adquiere formas el ideal de leyes exactamente determinables, inclusive para la teoría de la sociedad, se presenta luego, paralelamente, la exigencia de un modelo teórico de la sociedad dotado de iguales caracteres de exactitud. Y la moderna sociedad dinámica, que poco a poco se acerca al dominio de la naturaleza, tolera cada vez menos el retraso del saber respecto de sí misma en comparación con el saber acerca de la naturaleza.
La sociología positiva, en el sentido de Comte, considera como tarea propia el reconocimiento de las leyes naturales que todavía son concebidas como "inmutables". Lo que importa es la "exactitud" rigurosa de la comprobación, y no una verdad absoluta o la sociedad justa. La nueva ciencia excluye "toda vana e inaccesible investigación de la íntima naturaleza o del modo esencial de producción de un fenómeno cualquiera". Sus instrumentos son sólo "la observación pura, el experimento en sentido propio y, por último, el método comparativo". Presupone en forma explícita, y en cierto modo dogmáticamente, que "el movimiento social [está] sujeto necesariamente a leyes naturales invariables, [y no] a una voluntad cualquiera". La sociedad es objeto de simple observación, no de admiración o condena. Es preciso fundar una teoría "despojada de toda ambición intelectual que no sea el descubrimiento de las verdaderas leyes naturales" (Comte), y "concebida con la suficiente racionalidad como para ser plenamente coherente con sus principios en el conjunto de todo su desarrollo activo", es decir, una concepción que eleve al rango de un verdadero criterio la falta de contradicción interior.
(…)
Desde el comienzo, la sociología positivista distribuye sus temas sobre la base de las esferas sociales a las que pertenece simultáneamente: familia, profesión, religión, partido, zona de residencia, etc. No se va más allá de la enumeración y clasificación, la interdependencia de dichas esferas no es pensada según el concepto, y la inutilidad del concepto de sociedad, que hace de la necesidad una virtud, constituye una ventaja para la mejor comprensión de los sectores particulares en que se subdivide la sociedad.
Así, pues, desde el comienzo de la sociología como ciencia especializada se manifiesta en ellos un elemento de conformidad. Comte pertenece ya a la fase del desarrollo burgués en el cual se vuelve problemática la fe en el autoperfeccionamiento de la sociedad humana, realizado mediante la acción pedagógica. Aun ateniéndose con firmeza a la idea del progreso y partiendo de una filosofía de la historia, la sociología de Comte es íntimamente a-histórica. Comte piensa que la sociología puede elaborar previsiones "con cierto grado de exactitud", pero sólo cuando se hayan formulado las leyes naturales de la sociedad sobre la base de la coordinación de todos los datos de la observación.
(…)
En nombre de la división del trabajo científico se busca, en muchas partes, rechazar una demarcación neta y precisa entre la sociología, por un lado, y los territorios adyacentes de la economía, la psicología y la historia por el otro. Estas tentativas, que se reanudan en la identificación de una esfera específica de la constitución en sociedad [Vergesellschaftung], objeto de la sociología como tal, o bien la ampliación opuesta de ésta en "sociologismo", con la reducción de todo lo que es humano a lo social y la afirmación de la primacía científica de la sociología sobre las demás disciplinas, sirven para hacer más manejables los sistemas conceptuales que se utilizan, pero bastante menos para entender las cosas mismas. La preocupación por la autonomía de la ciencia sociológica y por una delimitación tan clara y rigurosa como sea posible entre las diversas ciencias, no debe hacer olvidar que las divisiones efectuadas en los fenómenos con tales abstracciones tienen siempre un momento de arbitrariedad. Los fenómenos sociales son productos históricos, en los cuales las tendencias históricas se presentan como tensiones internas de los propios procesos sociales; por ello la oposición entre la pura teoría de las formas de relaciones entre los hombres y la dinámica de la historia nos deja entre las manos, al final, un molde vacío en el cual se ha perdido la consistencia de lo que es "social". Con los elementos no esenciales así definidos —por ejemplo, las diversas formas de grupos heterogéneos en situaciones diversas— se podría luego recomponer, de manera artificial, lo que en realidad sólo resulta de estructuras sociales concretas, históricamente definidas y reconocidas sólo mediante el análisis y la reconstrucción teórica de la historia. Además, apenas se sale del ámbito de las relaciones e instituciones rigurosamente objetivas, los comportamientos sociales de los hombres no pueden ser separados de los mecanismos de orden psicológico. Los hombres que constituyen agrupamientos sociales de cualquier género o tipo son individuos, e inclusive cuando se despojan de las propiedades individuales que les son habituales, y se comportan como se dice que lo hacen las masas, actúan sin embargo, se han determinado psicológicamente de cierta manera, según determinaciones psicológicas propias de cada una de las individualidades.
(…)
La sociología pura no existe, lo mismo que no existe una historia pura, una psicología o una economía pura. Aun el sustrato de la psicología, el individuo, es una simple abstracción, si se lo extrae fuera de sus determinaciones sociales. No se puede ignorar la división científica del trabajo sin caer en el caos. Pero es cierto que sus divisiones no se identifican con la estructura de la cosa misma. El concepto de totalidad ha degenerado hoy en frase retórica. Quizás ello haga superfluo subrayar la forma en que todas las disciplinas cuyo sujeto es el hombre se han unido entre sí, y necesariamente remiten la una a la otra.
Pero sobre todo, la sociología que sólo quiere reconocer lo "positivo" está expuesta al peligro de perder toda conciencia crítica. Todo lo que es distinto de ese "positivo", obliga a plantearse interrogantes sobre la legitimación de determinada entidad social, en lugar de comprobarla y clasificarla solamente, como dato verificable, resulta sospechoso.


Sociología crítica


Fragmentos extraídos de Boaventura de Sousa Santos (2000)

…Max Horkheimer la definió mejor que nadie. Según él, la teoría crítica moderna es, antes que nada, una teoría fundada epistemológicamente en la necesidad de superar el dualismo burgués entre el científico individual, productor autónomo de conocimiento, y la totalidad de la actividad social que lo rodea: “la razón no puede ser transparente consigo misma mientras que los hombres obren como miembros de un organismo irracional (Horkheimer, 1972: 208). La irracionalidad de la sociedad moderna, para Horkheimer, reside en ser el producto de una voluntad particular: el capitalismo, y no de una voluntad general, “una voluntad unida y autoconsciente” (Horkheimer, 1972: 208). De ahí que la teoría crítica no pueda aceptar los conceptos de “bueno”, “útil”, “apropiado”, “productivo” o “valioso” tal y como el presente orden social actual los entiende, resistiéndose a concebirlos como presupuestos no científicos con respecto a los cuales nada se puede hacer. “La aceptación crítica de las categorías que gobiernan la vida social contiene simultáneamente su condena” (Horkheimer, 1972: 208). Por ello, la identificación del pensamiento crítico con la sociedad está siempre repleta de tensiones. La lucha por objetivos emancipadores es intrínseca a la teoría crítica ya que “la primera consecuencia de la teoría que reclama la transformación global de la sociedad es la intensificación de la lucha a la cual la teoría está ligada” (Horkheimer, 1972: 219)
La influencia de Marx en la concepción horkheimeriana de la teoría crítica es evidente. Y, de hecho, el marxismo fue la principal base de sustento de la sociología crítica en el siglo XX. Sin embargo, ésta tuvo otras fuentes de inspiración en el romanticismo del siglo XVIII y de principios del XIX, en el pensamiento utópico del siglo XIX, y en el pragmatismo americano del siglo XX. Se desdobló en múltiples orientaciones teóricas, estructuralistas, existencialistas, psicoanalíticas, fenomenológicas, y sus íconos analíticos más sobresalientes fueron, tal vez, la clase, el conflicto, la elite, la alienación, la dominación, la explotación, el racismo, el sexismo, la dependencia, el sistema mundial o la teología de la liberación.


Fragmentos extraídos del texto de Ávila (1996)

El marxismo constituye, como sistema de pensamiento, a la vez que una concepción del mundo y una teoría de la acción, un instrumento metodológico para el estudio de la realidad social. Su creación y elaboración fue obra de Karl Marx (1818 – 1883), quien contó con la ayuda y colaboración de su entrañable amigo, Federico Engels (1820 – 1895). La teoría marciana fue la continuación y articulación, en una nueva reelaboración y síntesis, de tres relevantes corrientes de ideas desarrolladas entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del XIX: la dialéctica elaborada por Federico Guillermo Hegel (1770 – 1831), culminación del idealismo de la filosofía clásica alemana; la Economía Política inglesa, que tuvo como máximas expresiones a Adam Smith (1723 – 1790) y David Ricardo (1772 – 1823); y el socialismo utópico francés, cuyo representante más destacado fue el conde Henry de Saint Simon (1760 – 1825).

El enfoque marxista suscitó, desde sus comienzos, una fuerte hostilidad y actitudes de rechazo en la mayoría de los centro académicos o universitarios de Occidente. Por lo que tendieron a producirse dos vertientes diferenciadas: por una parte algunos intelectuales o estudiosos, casi siempre vinculados a las organizaciones culturales y partidarias del socialismo y el movimiento comunista, que conocían y aplicaban la teoría marxista en su quehacer intelectual o político; y, por otra parte, el grueso de la tradición intelectual, con diversos matices, que en general adscribía al pensamiento dominante en las sociedades del sistema capitalista. En relación al tratamiento de los temas sociales existía, por consiguiente, una divisoria de aguas en dos campos antagónicos. El estudio de las Teorías Sociológicas, sin embargo, fue mostrando que partes significativas de la Sociología occidental fueron escritas para confrontar o refutar al marxismo, no faltando tampoco intentos de completarlo o introducirle algunos matices o actualizaciones.
(…)
Básicamente, la teoría marxista, en lugar de atribuirle a la sociedad un equilibrio natural o necesidad de mantenimiento del orden vigente para la sobreviviencia del sistema social, muy por el contrario, concibe la sociedad como un proceso dinámico, con fases de agudas tensiones, conflictos y contradicciones, que deben resolverse con acciones revolucionarias.


K. Marx
Tesis sobre Feuerbach (selección)

Escrito en alemán por Karl Marx en la primavera de 1845. Fue publicado por primera vez por Friedrich Engels en 1888 como apéndice a la edición aparte de su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
[II] El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.
[III] La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ej., en Robert Owen).
La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.
[XI] Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Fragmentos extraídos del texto de Adorno, T. W. y Horkheimer (1969)

…la ciencia puede ser algo más que simple duplicación de lo real en el pensamiento, sólo si está impregnada del espíritu de la crítica. Explicar la realidad significa siempre romper el cerco mágico de la duplicación. Crítica no significa aquí subjetivismo, sino confrontación de la cosa con su propio concepto. Lo dado se ofrece sólo a una visión que lo considere desde el punto de vista de un verdadero interés: de una sociedad libre, de un Estado justo, del desarrollo de lo humano. Y el que no compara las cosas humanas con lo que ellas quieren significar las ve, en definitiva, en forma no sólo superficial, sino, además, falsa.
(…)
La sociología se convierte en crítica de la sociedad en el momento mismo en que no se limita a describir y ponderar las instituciones y los procesos sociales, sino que además los confronta con ese sustrato, la vida de aquellos a quienes se superponen las instituciones y de los cuales consisten ellas mismas, en las formas más variadas. Cuando la reflexión acerca de lo que es la "sociedad" pierde de vista la tensión entre instituciones y vida, y trata, por ejemplo, de resolver lo social en lo natural, no orienta un esfuerzo de liberación respecto del apremio de las instituciones, sino que, por el contrario, corrobora una segunda mitología, la ilusión idealizada de cualidades originales, que se remontaría precisamente a lo que surge a través de las instituciones sociales.
(…)
Como relación de los hombres en los marcos de la conservación de la vida total y, por lo tanto, como un hacer, antes que como un ser, el concepto de sociedad es esencialmente, dinámico. El hecho de que al final de cada ciclo de trabajo social quede, como tendencia, un producto social mayor, implica ya, por sí mismo, un momento dinámico. A tal dinámica se refiere la doctrina spenceriana del desarrollo de la sociedad, que “abarca todos los procesos y productos que presuponen las actividades coordinadas de numerosos individuos, actividades coordinadas que producen resultados con mucho superiores, en su amplitud y complejidad, a los que se obtienen en cada actividad individual.” Este "plus", y todo lo que implica en materia de cambiantes posibilidades, necesidades e inclusive conflictos, remite, necesariamente, a modificaciones del status quo, sean ellas deseadas o no por los hombres o por aquellos que los dominan.



Fragmento de Román Reyes

“….apunta Horkheimer en su obra imperecedera Crítica de la Razón instrumental (…) la Teoría Crítica nace de la no aceptación de un estado histórico en el que -y como afirma Adorno- lo que "es" no "debería ser". De esta forma, los empirismos y positivismos arrancan de una identificación con lo convencionalizado, con un "status quo" considerado como orden universal e inmodificable. En este sentido, el proyecto crítico, con su síntesis Marx-Freud, arrancará no tanto del "espectáculo del mundo" cuanto del "sufrimiento del mundo". Sufrimiento evitable desde la acción histórica racional e ilustrada” En Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. Internet/ on line: http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario.


Fragmento extraído del texto de Adorno, T. W. (2001)

Pero lo primero que habría que hacer es descubrir la sociedad como bloque universal erigido entre los hombres y en el interior de ellos. Sin esto, toda sugerencia de transformación sólo sirve al bloque, bien como administración de lo inadministrable, bien provocando su inmediata refutación por parte del todo monstruoso. El concepto y la teoría de la sociedad sólo son legítimos si no se dejan seducir por ninguna de las dos cosas, si perseveran negativamente en la posibilidad que les anima: expresar que la posibilidad corre el riesgo de ser asfixiada. Un conocimiento de este tipo, sin anticipación de lo que trascendería esta situación, sería la primera condición para que se deshiciera por fin el hechizo que mantiene cautiva a la sociedad.








Bibliografía

ADORNO, T. W. (2001) Epistemología y ciencias sociales. Editorial Cátedra, Madrid.

ADORNO, T. W. Y HORKHEIMER (1969) La sociedad. Lecciones de sociología. Buenos Aires: Proteo.

ALTAMIRANO, C. (2002) Términos críticos de sociología de la cultura. Editorial Paidós. Buenos Aires.

AVILA, R. A. (1996) “La corriente marxista y sus aportes a la Teoría Sociológica” en Ávila y otros, Introducción a las Teorías Sociológicas. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba.

CALELLO, H. Y S. NEUHAUS (1999) Método y antimétodo. Proceso y diseño de la investigación interdisciplinaria en Ciencias Humanas. Buenos Aires: Ediciones Colihue.

CRISTIANO, J. (1996) “La constitución de la sociología como disciplina académica: de Saint Simon a Max Weber” en Ávila y otros, Introducción a las Teorías Sociológicas. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba.

DE SOUSA SANTOS, B. (2000) La crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la experiencia. Editorial Desclée, España.

REYE, R. (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. Internet/ on line: http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario.

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