sábado, 29 de agosto de 2009

Trabajo Práctico N° 3


Textos
DURKHEIM, E. (1987) Las reglas del método sociológico
DURKHEIM, E. (1985) La división del trabajo social.
DURKHEIM, E. (1993) El suicidio, Akal-Universitaria, Madrid.

Actividades:

1. A partir del texto seleccionado del Prefacio a las Reglas del Método Sociológico señales las principales características que establece Durkheim del hecho social.
2. Vinculen los tipos de sociedad, tipos de solidaridad y los tipos de derecho propuestos por Durkheim.
3. ¿Cuáles son los sentidos de la noción de anomia en Durkheim? ¿Cómo se vincula con la noción de sociedad del texto de Yudi visto en la Unidad 1?
4. Lean los tres artículos periodísticos y elaboren un breve comentario imaginando la respuesta que hubiese brindado Durkheim si el periodista lo consultaba como experto sobre tipos de suicidio.

Suicidios colectivos rituales: un análisis interdisciplinario*

Jorge Erdely Graham**

* Copyright © 1999 por Jorge Erdely. Todos los derechos reservados.
** Licenciado en ciencias biológicas por la Universidad de Mary Hardyn-Baylor. Profesor de teología con énfasis en religiones comparadas, y escritor de varios libros entre los que destaca el Best-Seller Pastores que Abusan. Actualmente realiza estudios de doctorado en filosofía y ciencias de la educación en la Universidad de Newport, California. Es director académico del Centro de Investigaciones del Instituto Cristiano de México.
Correo elctrónico: ICM@compuserve.com

Ritual Collective Suicides: An Interdisciplinary Analysis
Abstract. Ritual collective suicides are growing non-typical, historical and sociological events, which have appeared close to the turn of the coming millennium. This phenomenon, along with the cases of sectarian terrorism, has occured in different cultures and social strata. People from a variety of ethnic backgrounds and countries have been involved in this sort of rituals. Messianic leaderships and unconditional obedience are the ever present factors in communiies involved in this type of behavior.

Introducción

El pasado 18 de noviembre de 1998 se cumplió el veinte aniversario del suicidio colectivo de casi mil personas en Jonestown, Guyana. Esa fatídica tarde, cientos de personas, incluidos niños, obedecieron la orden del reverendo Jim Jones de beber cianuro de potasio disuelto en refresco. Aquéllos que se negaron fueron asesinados por la guardia paramilitar de Jones. El resultado fueron 914 muertos de la secta Templo del Pueblo, incluido el propio líder (Tobias y Lalich, 1994).
El evento de Jim Jones inauguró la era moderna de los suicidios rituales colectivos que se vienen suscitando con mayor incidencia conforme se acerca el próximo fin de milenio. Quince años más tarde, el 19 de abril de 1993, David Koresh, dirigente de los davidianos se autoinmoló junto con más de 80 seguidores (Samples et al., 1994). Semanas antes, Koresh y 528 de los suyos habían protagonizado un enfrentamiento a tiros con la policía que dejó seis agentes federales y cuatro miembros de la secta muertos además de 20 heridos. El lugar de los hechos fue el rancho Monte Carmelo, en Waco, Texas.
En octubre de 1994, la sociedad esotérica secreta conocida como Orden del Templo Solar sorprendió a los analistas socio-religiosos. Luc Jouret, homeópata de profesión, efectuó, junto con sus seguidores, suicidios diferidos en Suiza y Canadá. 48 individuos murieron en el primer país y desde entonces hasta la fecha se han añadido más de 18 personas a la lista (Abanes, 1998). Las investigaciones más recientes indican que no todos los casos fueron realmente suicidios. Varios fueron homicidios y además, previamente, se han documentado casos de ejecuciones de disidentes (Harris, 1977).

I. Mesías modernos y terrorismo apocalíptico

Un año antes de que iniciaran los eventos de la Orden del Templo Solar, precisamente en noviembre, las autoridades locales de Ucrania impidieron el suicidio, públicamente anunciado, de los seguidores de Marina Tsvigun, quien afirma ser la encarnación de Jesucristo. Para prevenir la tragedia, las autoridades arrestaron a 779 de sus seguidores en Kiev, incluyendo a la lideresa, quien fue puesta en prisión (Abanes, op. cit.). El culto a Marina Tsvigun, quien se hace llamar también María Devi Christ, tiene alrededor de 150 mil seguidores distribuidos en distintos países de la desaparecida Unión Soviética. El grupo es conocido como La Fraternidad Blanca.
Los efectos de la influencia social de distintos líderes religiosos con personalidad mesiánica no se restringen a inducir suicidios colectivos o a ordenar la desaparición de disidentes. En muchas ocasiones la misma violencia que se genera en el interior de dichas comunidades religiosas, es canalizada para incitar actos de violencia irracional contra los de afuera.
Un ejemplo de esto es lo que sucedió la mañana del 20 de marzo de 1995 en Tokio, Japón. Shoko Asahara, gurú de la comuna neo-budista Aum Shinrikyo (Verdad Suprema), ordenó a sus seguidores colocar bombas con gas sarín neurotóxico para atacar a los usuarios de transporte del metro. El atentado, cuidadosamente planeado para llevarse a cabo en las horas de más afluencia, dejó como saldo doce muertos y más de seis mil personas intoxicadas (Kaplan y Marshall, 1996).
Seis semanas después, un error en el mecanismo de acción de otra bomba colocada por miembros de la Verdad Suprema en los andenes del tren subterráneo evitó una tragedia de proporciones inimaginables. El artefacto explosivo, ubicado para ser succionado por el sistema de ventilación, contenía una mezcla volátil de cianuro e hidrógeno que, según los especialistas, hubiera terminado con la vida de 20,000 personas casi instantáneamente. Fueron escasos minutos los que faltaron para que el apocalipsis japonés que había predicho Shoko Asahara comenzara a cumplirse (ibid.).
Como Kaplan y Marshall señalan en su investigación, vale la pena hacer notar que el terrorismo con armas químicas en la era moderna no lo inauguró un grupo guerrillero con fines políticos, sino una secta destructiva (Erdely, 1997).
En mayo de 1981, el gurú Bhagwan Shree Rajneesh dejó su país natal, la India, para establecer una enorme comuna en el estado de Oregon, en los Estados Unidos. Rajneesh, conocido también como el gurú del sexo, había realizado previamente en su país experimentos con seres humanos sin supervisión médica y muchas veces sin su consentimiento. Todos los participantes eran fervorosos adeptos de los sanyassines.
Las novedosas pseudoterapias religiosas New Age que aplicó el gurú dejaron una larga lista de personas con trastornos que iban desde psicosis inducidas hasta conductas suicidas. Existen prácticas documentadas, durante los inicios del grupo, de violaciones tumultuarias como parte de sus ritos. Los problemas legales que tuvieron en la India, y que dieron lugar a que el grupo tuviera que salir huyendo, no impidieron que los sanyassines de Bhagwan Rajneesh recibiera reconocimiento oficial como religión por parte de las autoridades de Estados Unidos. Los sanyassines establecieron una comuna con varios miles de seguidores cerca del poblado de Antelope, Oregon. A pesar de tener nexos comprobados con el narcotráfico, de que se violaban los derechos de los niños al negarles la educación, y de que muchos de los mismos eran víctimas de abuso sexual en el interior de la comuna, el poderío económico de los sanyassines, aunado a una intrincada red de complicidades políticas, impidió durante largo tiempo que sus actividades fueran expuestas públicamente. A esto contribuyeron también especialistas en manejo de imagen pública, renombrados bufetes jurídicos y sobre todo el status legal de religión que les otorgó el gobierno (Jeremiah Films, 1986).
Las autoridades federales de los Estados Unidos nunca imaginaron el costo que tendría el haber otorgado dicho reconocimiento. Al igual que en el caso de la Verdad Suprema, a los sanyassines les resultó particularmente redituable la estrategia de gritar "intolerancia religiosa" cada vez que los medios de comunicación o grupos defensores de los derechos humanos denunciaban las actividades ilícitas de la organización.
Finalmente, el procurador del estado de Oregon se vio forzado a intervenir debido a que los sanyasinnes crearon un conflicto político al tratar de adueñarse de puestos claves de la administración pública del condado y al influir en las elecciones a través de la importación masiva de desempleados de otros estados a su comuna a cambio de votos. La maniobra fue denunciada por distintas organizaciones ciudadanas y el fbi investigó las actividades de la secta, lo que lo llevó a descubrir un complot de Rajneesh y sus seguidores para envenenar la presa que abastecía de agua a la población de The Dalles, Oregon. El plan se logró impedir, pero las investigaciones revelaron que anteriormente el grupo había sembrado cultivos bacteriológicos de salmonella en distintos restaurantes del condado sede para castigar a los pobladores de Antelope por no comulgar con sus creencias y oponerse a su proyecto político teocrático. El resultado fue de 700 intoxicados, incluyendo niños (ibid.).
Bhagwan Shree Rajneesh sólo se declaró culpable de dos de los once cargos que se le imputaban. Después de todo, él no había depositado directamente los cultivos de salmonella. Se esperaba una larga y costosa batalla jurídica para lo cual Rajneesh contaba con un ejército de abogados y millonarias cuentas bancarias. Finalmente, se le sentenció a 10 años de cárcel y posteriormente fue deportado de los Estados Unidos, además de que pagó una multa de 450,000 dólares. Los más de 90 Rolls Royce de Rajneesh y el campo de entrenamiento paramilitar con decenas de rifles ak-47 quedaron abandonados cuando, una vez más, sus seguidores tuvieron que emigrar a otro país, esta vez bajo el liderazgo sustituto de Sheela, la secretaria personal de Bhagwan. El nombre del gurú, Bhagwan Shree Rajneesh, significa Señor Dios del Universo. Él afirmaba ser una reencarnación divina (ibid.).
Actualmente, distintos especialistas monitorean el surgimiento de otro culto religioso apocalíptico relativamente desconocido: Jombola. Gestado en la empobrecida República Africana de Sierra Leona, en un contexto de intensa crisis sociopolítica, Jombola es dirigido por el místico Pa Kujah, quien junto con sus seguidores ha asesinado a 30 personas en sólo doce meses en nombre del pensamiento mágico (Fofana, 1997).
El caso más reciente (ibid.) de suicidio colectivo por motivos religiosos que ha atraído la atención de la opinión pública y de los medios de comunicación, fue el que involucró a 39 seguidores de Heaven's Gate, un reducido grupo religioso clasificado como un movimiento sincrético (Abanes, op. cit.).
Marshall Applewhite, maestro de música que tenía una particular atracción por los ovnis y fundador de Puerta del Cielo, afirmaba ser un extraterrestre encarnado: específica-mente e.t., el mítico personaje de la película de Steven Spielberg. Para otros de sus seguidores era Jesucristo mismo.
Applewhite y el resto de sus discípulos dejaron de existir entre el 24 y el 27 de marzo de 1997, después de ingerir una mezcla de fenobarbital con vodka. Cuando esto no bastó para terminar con sus vidas, se recurrió al suicidio por asfixia, colocando bolsas de plástico sobre el rostro de algunos de los participantes (Gleick, 1977).
Al final se encontraron, en sus respectivas camas, los cadáveres de hombres y mujeres de apariencia andrógina, todos vestidos de negro, con cortes similares de pelo y cubiertos con un paño en forma de diamante de color púrpura.
El rito final de los integrantes del grupo Puerta del Cielo tenía como objetivo, según su marco doctrinal, liberarlos de sus cuerpos para poder unirse a una nave espacial que, de acuerdo con su líder, venía detrás del cometa Hale-Bopp, visible en esos días desde la Tierra (Thomas, 1977).
Los anteriores son algunos de los eventos de suicidio colectivo ritual que por sus características han llamado más la atención de investigadores sociales, medios de comunicación y opinión pública en las últimas dos décadas.
Sin embargo, éstos no han sido únicos. En México y Corea del Sur, por ejemplo, también han ocurrido hechos similares, aunque en menor escala.
Por su parte, los casos de La Verdad Suprema y los sanyassines de Bhagwan Rajneesh son ejemplos de organizaciones religiosas que realizan actos de violencia a gran escala contra la sociedad en general, o contra aquellos sectores de la misma que perciben como obstáculos para la propagación de determinadas creencias o simplemente para cumplir predicciones apocalípticas. Otro caso relativamente reciente, que está en la mesa de discusión, es el de Timothy McVeigh, autor del bombazo al edificio de oficinas federales en Oklahoma el 19 de abril de 1995. El atentado se llevó a cabo como represalia, precisamente en el segundo aniversario de la confrontación de la policía estadounidense con los davidianos de Waco, y dejó como saldo 168 víctimas, incluyendo niños (Russakoff y Kovaleski, 1995), McVeigh era simpatizante de milicias fundamentalistas de extrema derecha.

II. Una variante atípica del fenómeno del suicidio

El análisis de los casos anteriores desde una perspectiva interdisciplinaria, arroja como resultado datos que aportan claves importantes para tener una mejor comprensión del fenómeno del suicidio colectivo por motivos religiosos particularmente de su vinculación con los liderazgos mesiánicos.
Lo primero que salta a la vista al examinar dichos sucesos, es que estamos ante una variante bastante compleja del fenómeno social del suicidio.
Según la ciencia médica, la causa de suicidio que tiene primer lugar en incidencia en todo el mundo es la depresión clínica (Leenaars, 1996) la cual es a su vez de etiología multifactorial (American Psychiatric Association, 1994). Eventos como los de Jim Jones, en Guyana, o los suicidios de Puerta del Cielo difícilmente podrían encuadrar en dicha categoría. Es difícil imaginarse, en cuanto a causas se refiere, que 900 seres humanos, cada uno de ellos complejo en sí mismo, coincidieran en presentar al mismo tiempo los síntomas clínicos de una depresión del mismo grado y encauzarlos, todos en el mismo día, en un acto suicida que además coincidiera en la forma de llevarlo a cabo. Esto sería un absurdo.
Los suicidios colectivos religiosos tampoco corresponden con un patrón de comportamiento histórico fácil de identificar.
Un hecho como el de Masada podría aparentar tener como motivación principal la religiosa, pero no podemos soslayar que ocurrió en un contexto de guerra y prolongado asedio (The New Encyclopaedia Britannica, 1995). Quitarse la vida antes de caer en manos de un adversario particularmente cruel como lo fue en su época el ejército romano, era una práctica común que tenía como objetivo evitar las torturas y vejaciones que acompañaban el hecho de ser capturado, que finalmente culminaría en ejecuciones cruentas o en la venta de prisioneros como esclavos. Suicidios como los de Masada ocurrieron también por razones similares, en los tiempos de las cruzadas, en hogares musulmanes. Ellos no sólo pudieron haber sido motivados exclusivamente por el miedo al sufrimiento. Algunas culturas del Medio Oriente tienen un muy particular sentido de la dignidad personal y del honor. Para ellos la muerte es preferible en algunos casos, a la deshonra (Cameron y Richlak, 1985). Cualesquiera que hayan sido las motivaciones, una cosa es cierta, no se puede asegurar, con base en los datos históricos, que las razones religiosas predominaran ni mucho menos que se tratara de un rito. No existen bases para clasificar el caso de Masada como un suicidio religioso.
Suicidios individuales que involucran motivaciones religiosas, se han presentado en distintos sistemas de creencias en diferentes épocas. Ejemplos de esto son los monjes tibetanos y budistas que se prenden fuego en actos políticos de protesta. También están los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial y los terroristas palestinos contemporáneos de la Jihad y del Hamas. Hechos como éstos, sin embargo, no suelen ser grupales, menos aún masivos, y se entremezclan las motivaciones políticas en sus contextos concretos (guerras por ejemplo). Esto los separa definitivamente de aquéllos que se analizan en este estudio.
Por otro lado, al definir el fenómeno del suicidio se deben hacer las debidas distinciones con respecto a aquellos actos en los que personas arriesgan su vida en el cumplimiento de lo que consideran un deber religioso. Por ejemplo, misioneros de diversas organizaciones que se exponen, con conocimiento de causa, a probables enfermedades o peligros en lugares inhóspitos para propagar sus creencias o ayudar a los necesitados. En estos casos, la muerte no es buscada como un fin, ni tampoco es deseada, sino que se actúa siguiendo las propias convicciones a pesar de los riesgos. De manera similar, los soldados cumplen con deberes patrióticos a pesar de los peligros, sin que por ello se considere suicida su conducta. Lo mismo ocurre con los activistas de derechos humanos, con los luchadores políticos y sociales, entre otros, que aun a sabiendas de que sus vidas pueden correr peligro, no abandonan las causas por las que luchan. Aquí caben también los competidores en deportes de alto riesgo.
Un análisis psicológico cuidadoso de éstos y otros ejemplos puede demostrar fácilmente que dichas personas esperan escapar de la muerte, y si se llegan a habituar a esa idea, es más como mecanismo de defensa, por librarse del miedo a ésta, que porque estén realmente resignados a ella. En los casos de individuos con creencias religiosas interviene además el elemento de la fe. Allí es común que se esperen no sólo circunstancias favorables dentro del margen de la probabilidad, sino aun circunstancias providenciales, o sea intervenciones de cualquier deidad en que se crea. Este mecanismo suele motivar a individuos de una u otra religión, a enfrentar peligros reales de muerte teniendo fuertes expectativas de ser librados para seguir adelante con su labor.
En aquellos eventos en los cuales la muerte se percibe como un suceso altamente probable o aun inminente, y no se abandona la conducta que pudiese conducir a la misma, los actores pueden estar imbuidos por la idea de que en caso de que ésta sobreviniera, la pérdida de sus vidas traería un beneficio importante a posteriori (libertad a la patria, una sociedad más justa, entre otros). A pesar de los riesgos en que se puede incurrir con un esquema ideológico de esta naturaleza, dicha conducta no se clasifica tampoco como suicida. Correr riesgos es distinto a terminar con la existencia propia. El arriesgarse da siempre cabida a la posibilidad de la esperanza de que para lograr un objetivo determinado, no se tenga necesariamente que llegar al momento de la muerte. El suicidio, por el contrario, implica una acción dirigida a terminar con la vida propia.
Finalmente, se deben hacer las debidas distinciones con aquellos actos de heroísmo en que los seres humanos arriesgan la vida para salvar la de otros. El instinto de protección, la falta de tiempo para reflexionar sobre un riesgo en situaciones de peligro, y toda la gama de reacciones que provocan las descargas de cortisol y adrenalina en el sistema nervioso central, eximen a este tipo de acciones del calificativo de suicidas, sobre todo cuando consideramos que la intencionalidad del acto es de ayudar a quien se encuentra en peligro, no la de quitarse la vida.

| 31 de octubre de 2005
CIENCIA Y TECNOLOGÍA
Se descubrió que...
Luis González de Alba
Escritor, periodista y divulgador científico
Linchamiento y pena de muerte se correlacionan
Los estados de la Unión Americana donde más linchamientos ocurren son también aquellos donde más se aplica la pena de muerte. Al parecer la legalidad refleja la ilegalidad y comprueba, una vez más, que los gobernantes llegan al poder con mentalidades similares a las de sus conciudadanos.
Investigadores de la Ohio State University encontraron que el mayor número de condenas a muerte tiende a darse en entidades que han registrado un mayor número de linchamientos en el pasado.
Lo anterior vale tanto para criminales blancos como negros, sin embargo, la correlación fue todavía más fuerte cuando solo analizaron las sentencias contra estos últimos.
Las conclusiones pueden asombrar a mucha gente, pero no a los sociólogos que investigan los aspectos raciales vinculados con esta forma de castigo, dice David Jacobs, coautor del estudio. “Nuestros resultados sugieren que la pena de muerte se ha vuelto una especie de reemplazo legal para los linchamientos del pasado. Esto no se ha hecho abiertamente y es posible que nadie haya tomado conscientemente tal decisión. Pero los resultados muestran una conexión clara”.
Los hallazgos de otro trabajo refuerzan esta idea. Indican que el número de sentencias a muerte en estados con el peor historial de linchamientos sube a medida que la población negra es más amplia. Los investigadores creen que esto ocurre porque, conforme aumenta su presencia, los negros son vistos por la mayoría blanca como una amenaza creciente. El estudio, realizado en la Universidad de Nevada en Las Vegas, fue conducido por el mismo Jacobs, junto con Jason Carmichael y Stephanie Kent. Los resultados aparecen en el último número de la American Sociological Review.
Para este trabajo, los investigadores examinaron el número de sentencias a muerte ejecutadas en cada uno de los 48 estados continentales durante 1971-1972, 1981-1982 y 1991-1992. Computaron las tasas de linchamiento con los datos de 1889 a 1931 provistos por la National Association for the Advancement of Colored People. Emplearon una técnica estadística gracias a la cual pudieron tomar en cuenta el hecho de que la pena capital no está permitida en todas las entidades y, aun cuando lo esté, no siempre es empleada.
También consideraron una amplia variedad de factores que afectan el número de sentencias a muerte emitidas en un estado, tales como el crimen promedio y las tasas de homicidio, de desempleo y la membresía a iglesias fundamentalistas.
Para confirmar sus hallazgos, los investigadores repitieron el análisis usando otra serie de datos, quizá más confiables, acerca del número de linchamientos ocurridos en 10 entidades sureñas.
En ambos casos, los resultados mostraron una clara relación entre el número de linchamientos, la proporción de población negra en los estados y la cantidad de sentencias a muerte. “Encontramos que los actos violentos en el pasado distante todavía parecen estar relacionados con las decisiones legales contemporáneas acerca de quién vivirá y quién morirá”, apunta Jacobs.
¿Por qué el número de condenas a muerte aumenta para los criminales blancos tanto como para los negros en entidades con un historial de linchamiento? “Si hubiera una clara discriminación contra los negros en las sentencias a muerte, la Suprema Corte podría otra vez legislar que la pena de muerte es inconstitucional. Así pues, puede haber un esfuerzo por no discriminar al imponer la pena de muerte. Mientras la conexión entre linchamientos y sentencias a muerte muestra mayor fuerza cuando solo se consideran las sentencias a negros, la conexión entre linchamientos en el pasado y penas de muerte contemporáneas se observa tanto para negros como para blancos”.
Como ya mencionamos, estas condenas aumentan en estados donde crece la población negra. No obstante, el número comienza a bajar una vez que ésta alcanza un umbral de entre 20 y 22 por ciento. “Probablemente a ese nivel los negros tienen suficientes votos e influencia política dentro de los estados para reducir el número de sentencias a muerte.
“Los hechos históricos continúan influyendo la conducta de importantes instituciones sociales. Pero el punto principal es que nuestros descubrimientos no apoyan la afirmación de que la pena de muerte se aplica de manera ciega al color”.
Contacto: Jeff Grabmeier en el correo electrónico grabmeier.1@osu.edu
PEKÍN
La capital de china en español se llama Pekín; en italiano y griego, Pekino; en chino, como ellos quieran.
Cada idioma adapta los nombres extranjeros a su fonética. Los chinos llaman Meg-si-co a México y no nos ofendemos.

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