lunes, 17 de agosto de 2009

Selección de textos por Guerrero

LA DESNATURALIZACIÓN DE LO SOCIAL

(o de cómo mirar con otros ojos)


Un señor encuentra a un amigo y lo saluda, dándole la mano e inclinando un poco la cabeza.

Así es como cree que lo saluda, pero el saludo ya está inventado y este buen señor no hace más que calzar en el saludo.

Llueve. Un señor se refugia bajo una arcada. Casi nunca estos señores saben que acaban de resbalar por un tobogán prefabricado desde la primera lluvia y la primera arcada. Un húmedo tobogán de hojas marchitas.

Y los gestos del amor, ese dulce museo, esa galería de figuras de humo. Consuélese tu vanidad: la mano de Antonio buscó lo que busca tu mano, y ni aquella ni la tuya buscaban nada que ya no hubiera sido encontrado desde la eternidad. Pero las cosas invisibles necesitan encarnarse. Las ideas caen a la tierra como palomas muertas.

Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla. Estas dos sensaciones igualmente cerca del estómago acompañan siempre la presencia de Prometeo; el resto es la comodidad, lo que siempre sale más o menos bien; los verbos activos contienen el repertorio completo (...)

Cuando los zapatos aprietan buena señal. Algo cambia ahí, algo que nos muestra, que sordamente nos pone, nos plantea. Por eso los monstruos son tan populares y los diarios se extasían con los terneros bicéfalos. ¡Qué oportunidades, qué esbozo de un gran salto hacia lo otro!

Ahí viene López

_ ¿Qué tal López?

_ ¿Qué tal che?

Y así es como creen que se saludan.

Julio Cortázar. “¿Qué tal López?” En: Cuentos Completos 1. Editorial Alfaguara. Buenos Aires.

Hablar de sentido común es hablar de lo ya instituido, de lo no cuestionado, de lo natural. Cuando hablamos de sentido común, hablamos de un tipo de conocimiento del mundo que se elabora con base en percepciones que creemos comunes a todos y que suponemos obvias. Las nociones de sentido común son el fruto de convivir en un medio social desde que nacemos, así, se trata de un tipo de razonamiento y un conjunto de categorías que se comparten con el grupo cultural de pertenencia.

Este conjunto de ideas sobre el mundo guían nuestra actuación y comprensión cotidiana, dan significado a la interacción social, constituyen la base de nuestro conocimiento, nos proveen de una determinada visión del mundo, de la realidad a la que pertenecemos. En síntesis, el sentido común nos sirve para actuar “correctamente” en nuestra vida cotidiana.

Pero ¿qué pasa cuando, desde las Ciencias Sociales, pretendemos explicar / comprender la realidad social de la que formamos parte?

En ese caso, el sentido común puede convertirse en un obstáculo:

La primera dificultad que el sociólogo encuentra tiene que ver con el hecho de que él está ante representaciones prestablecidas de su objeto de estudio que inducen la manera de aprehender y, por lo mismo de definirlo y de concebirlo. El punto de partida de toda investigación está constituido por representaciones que, como escribió Emile Durkheim en Las reglas del método sociológico, son como “un velo que se interpone entre las cosas y nosotros y que nos las encubre tanto más cuanto más transparente creemos que es este velo” (Durkheim, 1985, p.16) Esto es lo que él llamaba las “prenociones”, que pueden adquirir la forma de “imágenes sensibles” o de “conceptos burdamente formados” (...) Estas prenociones tienen un fundamento y una función social, y de ahí la fuerza que poseen: “Productos de la experiencia vulgar, ellas tienen ante todo por objeto poner nuestras acciones en armonía con el mundo que nos rodea; ellas están formadas mediante la práctica y para ella”, lo cual les confiere esta especie de “justeza práctica” (id, p.16) que hace tanto más difícil deshacerse de ellas porque se han convertido en triviales, evidentes, consabidas, legítimas.

LENOIR, REMI (1993) “Objeto sociológico y problema social” En: Champagne, P; y otros Iniciación a la práctica sociológica – siglo veintiuno ediciones, México.

Construir un objeto científico significa, primero y ante todo, romper con el sentido común, es decir, con representaciones compartidas por todos, trátese de simples lugares comunes de la existencia ordinaria o de representaciones oficiales, a menudo inscritas en instituciones y, por ende, tanto en la objetividad de las organizaciones sociales como en los cerebros. Lo pre-construido se encuentra en todas partes. El sociólogo está ligeramente asediado por lo preconstruido, al igual que todo el mundo. Su tarea es la de conocer un objeto, el mundo social, del cual es producto, de modo que los problemas que se plantea acerca de él, y sus conceptos, tienen todas las probabilidades de ser resultado de este mismo objeto. Lo cual contribuye a dotarlos de una evidencia que impide que sean cuestionados.

BOURDIEU, PIERRE (1995) Respuestas Editorial Grijalbo, México.

¿Cómo resuelven los profesionales de las ciencias sociales este problema? Cabe destacar que, al formar parte del mundo social, los científicos sociales también están atravesados, conformados, por esas nociones de sentido común que guían nuestra comprensión, imponen conductas y son tan difíciles de identificar porque parecen obvias y naturales. Entonces ¿cómo construyen su objeto de estudio? ¿Cómo dan cuenta de ese mundo social que los atraviesa?

La tarea del científico social es comprender, y hacer que los demás comprendan, cambiantes conjuntos de interrelaciones formadas por los seres humanos, la naturaleza de esos lazos y la estructura de esos cambios. Los investigadores mismos forman parte de esos conjuntos de interrelaciones. No pueden evitar experimentar esas interrelaciones, directamente o por identificación, como participantes inmediatos en éstas; y cuanto mayor son las tensiones y presiones a que están expuestos los investigadores y los grupos a los que pertenecen, más difícil es para ellos realizar la operación mental de apartarse de su papel de participante inmediato, operación que se encuentra en la base de toda labor científica (...) Pero si, en último término, los científicos sociales, a pesar de usar procedimientos más especializados y lenguajes más técnicos, no poseen una forma de aproximación a los problemas sociales menos influida por ideas e ideales preconcebidos por pasiones y visiones parciales que la del hombre de la calle, ¿tienen realmente razón de llamarse a sí mismos “científicos”? Un estudio, una hipótesis o una teoría, ¿merecen el calificativo de “científicos” cuando, en última instancia, descansa sobre postulados dogmáticos, sobre supuestos apriorísticos y sobre ideas y valoraciones impermeables a una comprobación más sistemática y desapasionada de los datos disponibles y los argumentos derivados de éstos? Sin un grado de distanciamiento y sin autonomía de pensamiento ¿pueden esperar poner en manos de sus congéneres herramientas de pensamiento más adecuadas y modelos más acordes con la realidad para encarar problemas políticos y sociales?

El problema que se plantea a los científicos sociales no puede resolverse mediante una sencilla renuncia a las funciones de miembros de grupo a favor de las de investigadores. Los científicos sociales no pueden dejar de tomar parte en los asuntos políticos y sociales de su grupo y su época, ni pueden evitar que éstos les afecten. Además, su participación personal, su compromiso, constituyen una de las condiciones previas para comprender el problema que han de resolver como científicos. Entonces, ¿cómo es posible mantener inequívoca y consecuentemente separadas ambas funciones, la de participante y la de observador? ¿Cómo pueden los científicos sociales, en tanto que conjunto profesional, establecer en su trabajo científico el predominio indiscutido de las funciones de observador?

ELÍAS, NORBERT (1990) Compromiso y distanciamiento Ediciones Península. Barcelona.

Ante esta situación problemática, diferentes autores han propuesto algunas estrategias metodológicas:

Cuando se trata de conceptuar el mundo social, es imposible sobreestimar las dificultades o las amenazas. La fuerza de lo pre-construido radica en el hecho de que, por estar inscrito tanto en las cosas como en los cerebros, se presenta bajo las apariencias de la evidencia, que pasa inadvertida por su carácter manifiesto. La ruptura es, de hecho, una conversión de la mirada y podemos afirmar, en relación con la enseñanza de la investigación sociológica, que ante todo debe “proporcionar nuevos ojos”, como a veces dicen los filósofos iniciáticos. Se trata de producir, si no un “hombre nuevo”, por lo menos “una nueva mirada”, una mirada sociológica. Y esto no es posible sin una verdadera conversión, una revolución mental, un cambio en toda la visión del mundo social.

Aquello que llamamos “ruptura epistemológica”, es decir, el cuestionamiento de las preconstrucciones ordinarias y de los principios que suelen aplicarse para llevar a cabo estas construcciones, a menudo implica una ruptura con modos de pensamiento, conceptos y métodos que tienen en su favor todas las apariencias del sentido común, del buen sentido ordinario y del buen sentido científico.

Bourdieu (Op cit)

Los principios de clasificación del mundo social, hasta los más naturales, remiten siempre a fundamentos sociales (...) La elaboración de estos criterios está en general asociada al surgimiento de instituciones y agentes especializados que encuentran en estas definiciones el recurso y el fundamento de su actividad. Estos principios de clasificación no tienen, pues, su origen en la “naturaleza”, sino en un trabajo social de producción de poblaciones que llevan a cabo, según criterios jurídicamente constituidos, diferentes instituciones, de las que las más conocidas y las más estudiadas son el sistema escolar, el sistema médico y los sistemas de protección social.

Las luchas por establecer clasificaciones legítimas pueden desembocar en transformaciones de la visión y en divisiones del mundo social (...) La “realidad social” es el resultado de todas esas luchas. El estudio del surgimiento de un problema social es en este aspecto uno de los mejores reveladores de este trabajo de “construcción social de la realidad”, para retomar el título de una obra célebre en sociología (Berger, Luckmann, 1986), ya que condensa todos los aspectos de este proceso. Y tratándose de un problema social, el objeto de investigación del sociólogo consiste ante todo en analizar el proceso mediante el cual se construye y se institucionaliza lo que en un momento dado del tiempo se constituye como tal.

Lenoir (op cit)

El sociólogo debería enfrentarse a su propio etnocentrismo! Hoy, los estudios de sociología sobre los laboratorios nos muestran que el mundo de los científicos no está expurgado de egoísmos, vanidades, prestigios, etc., que todo esto no solo actúa como freno, como escoria en el mundo científico, sino también como estímulo para la investigación: estímulos, luchas entre orgullos y vanidades en su carrera por los honores. Esto es válido, evidentemente, para la corporación de los propios sociólogos. Lo que es más básico todavía, al menos para la sociología, es el problema del sociocentrismo, del culturocentrismo que tenemos planteado, No es sólo los egocentrismos o los grupo-centrismos de clanes y pandillas. Hay también ideas culturales dominantes. Nuestra cultura inscribe en nosotros sus conceptos particulares y nosotros nos los creemos como si explicaran la verdadera realidad de los fenómenos. No es suficiente que establezcamos datos objetivos para liberarnos ipso facto de todas estas determinaciones subjetivas que son nuestras relaciones de pertenencia a una clase, a una sociedad, a una civilización. (...) Es siempre cuando se pretendo hablar en nombre de lo individual, cuando se afirma con más fuera la propia subjetividad limitada.el fundamento de su actividad.

MORIN, EDGAR (1995) Sociología – Editorial Tecnos, Madrid

En el cuento de Poe, “Descenso al Maelstrom”, se recordará que los pescadores, mientras eran atraídos lentamente hacia el vórtice del remolino, pasaron algún tiempo girando junto con otros restos del naufragio alrededor de las paredes cada vez más estrechas del embudo. En un primer momento, los dos hermanos (el menor ya había desaparecido en la tormenta) estaban demasiado sobrecogidos por el miedo como para poder pensar y observar lo que ocurría a su alrededor con claridad. Sin embargo, nos cuenta Poe, pasado un rato uno de los hermanos logró sacudirse el miedo. Mientras el mayor, entumecido por la inminente tragedia, estaba agachado e indefenso dentro de la barca, el menor de los dos empezó a mirar a su alrededor con cierta curiosidad. Ahora que podía ver todo con más serenidad, casi como si aquello no le afectara, advirtió ciertas regularidades en los movimientos de los fragmentos del naufragio que giraban junto con la barca. En suma, gracias a la observación y la reflexión se le ocurrió una “idea”; una imagen coherente del proceso en que estaba inmerso, una “teoría”, empezó a tomar forma en su mente. Observando con gran atención lo que ocurría a su alrededor y reflexionando sobre lo que veía llegó a la conclusión de que los objetos cilíndricos tardaban más en hundirse que los que tenían otras formas, y que los objetos pequeños se hundían más lentamente que los grandes. Tras adquirir esta visión sinóptica de las regularidades que presentaba la situación en la que él mismo estaba inmerso y darse cuenta del significado que estas regularidades tenían para su propia actuación, dio los pasos adecuados. Mientras su hermano continuaba petrificado por el miedo, él se ató a un tonel. Instó al mayor a que hiciera lo mismo, pero fue en vano; después saltó fuera de la barca. La embarcación y el hermano se hundieron rápidamente y fueron tragados por el abismo. Por el contrario, el tonel al que él estaba atado era atraído hacia las profundidades muy lentamente, de modo que cuando las paredes del embudo fueron, poco a poco, perdiendo verticalidad, y el movimiento circular se hizo menos intenso, el pescador volvió a encontrarse en la superficie del mar y regresó al mundo de los vivos.

El pescador, en resumen, se vio inmerso en un proceso crítico que en un primer momento parecía escapar por completo a su dominio. Quizá durante un tiempo estuvo aferrado a algún tipo de esperanzas imaginarias. Debieron de pasarle por la cabeza fantasías sobre un milagro, sobre la ayuda de personas invisibles. Sin embargo, pasado algún tiempo se serenó y comenzó a pensar con mayor frialdad; al retirarse mentalmente de la situación, al dominar el miedo y verse a sí mismo, desde una cierta distancia, como a un ser humano que, junto con otras fuerzas, fuerzas desencadenadas de la naturaleza, formaba parte de una determinada constelación, fue capaz de dirigir sus pensamientos hacia la situación de la que era prisionero. Advirtió los elementos del proceso incontrolable que podía utilizar para dominar en provecho de su propia supervivencia las condiciones bajo las cuales se desarrollaba aquel proceso. Al representarse simbólicamente la estructura y dirección del curso de los acontecimientos, descubrió un camino para escapar de éste. Como puede verse, en esta situación el grado de dominio sobre uno mismo y el grado de dominio sobre el proceso eran interdependientes y complementarios.

Elías (op cit)

Estas estrategias metodológicas (la ruptura epistemológica de Bourdieu, la ruptura con los diferentes “centrismos” de Morin, el distanciamiento de Elías, la historización de los problemas sociales de Lenoir), ayudarían al sociólogo y a la Sociología a comprender el mundo social, rompiendo con aquellas nociones del sentido común que se han “naturalizado”, que se han “hecho carne” y no son cuestionadas. Quizás algunos de ustedes se preguntarán ¿y por qué hace esto la sociología? ¿Acaso esas nociones del sentido común no eran útiles para el desarrollo de nuestra vida cotidiana? ¿Por qué irrumpir en esa comodidad, en esas cosas que siempre salen más o menos bien, según Cortázar?

Fundamentalmente porque mucho de lo que hoy es sentido común no lo fue siempre, y porque ese sentido común no nace por “generación espontánea” sino que es el producto de luchas sociales en las que los grupos o actores intentan imponer su propia visión del mundo, sus propios intereses como sentido común de todos. Muchas veces (aunque no siempre), el sentido común puede ser cómplice de situaciones de dominación impidiendo captar el fundamento social de aquello que tan natural parece:

Maurice Halbwachs se asombraba de que se pudiera hacer de la edad el principio de formación de grupos con una cierta “consistencia social”. Según él, la edad no es un dato natural, aun cuando sirva de instrumento para medir la evolución biológica de los individuos como la de los animales: instrumento de medida no podría dar cuerpo a lo que mide. Es más: la edad no es un dato inmediato de la conciencia universal. “Un individuo humano aislado, privado de toda relación con sus semejantes y que no se apoyara en la experiencia social, no sabría siquiera que tiene que morir (...) Ésta es por lo tanto una noción social, establecida en comparación con los diversos miembros del grupo” (Halbwachs, 1935a, p. 118)

La misma noción de edad, la que expresamos en número de años, es en efecto el producto de una práctica social determinada: medida abstracta cuyo grado de precisión que adopta en algunas sociedades, se explica sobre todo por necesidad de la práctica administrativa. La edad del estado civil como criterio de clasificación apareció en Francia en el siglo XVI, cuando se generalizó la inscripción de los nacimientos en los registros parroquiales (...) Si la edad del estado civil y las divisiones que esto hace posible son nociones sociales, las categorías que permite distinguir no forman por lo tanto grupos sociales (...) “Según la época, las costumbres, las instituciones, la composición misma de la población se adjudica más o menos importancia a este carácter y la opinión define la vejez, la edad adulta, la juventud de manera muy diferente” (Halbwachs, id., p.334)

En su estudio sobre “la nupcialidad en Francia durante y después de la guerra”, Maurice Halbwachs muestra que la definición social de edades es función de la composición numérica de las generaciones: la disminución sumamente sensible, consecutiva a la guerra, de la población masculina de veintitrés a treinta y ocho años, tuvo por efecto “elevar a los jóvenes en las escalas de edades” en la medida en que éstos, llevados a ocupar posiciones que sus mayores dejaron vacantes, tuvieron que ejercer responsabilidades que hasta entonces habían estado “como por encima de su edad”; esta transformación fue acompañada de una redefinición de la edad legítima para el matrimonio y más generalmente de la edad en la que los “jóvenes” acceden al estatuto de “adulto” (Halbwachs, id., p.270)

Así pues, no se puede tratar “la edad” de los individuos como una propiedad independiente del contexto en el que adquiere sentido, y esto tanto más cuanto que la fijación de una edad es producto de una lucha que enfrenta a las diferentes generaciones (...) Las categorías de edad son también a este respecto un buen ejemplo de las apuestas que implica toda clasificación.

Está claro que lo que se pone en duda en la manipulación de las clases por edad, es la definición de los poderes asociados a los diferentes momentos del ciclo de la vida, variando la extensión y el fundamento del poder según la naturaleza de lo que está en juego, en cada clase o en cada fracción de clase, en la lucha entre las generaciones (...)

Es precisamente la determinación de la edad en la que los individuos se convierten en “viejos” (“demasiado viejos” para acceder a una actividad dada o para acceder legítimamente a algunas categorías de bienes o de posiciones sociales), momento en el que las generaciones más jóvenes obligan a las generaciones de más edad a retirarse de las posiciones de poder para ocuparlas a su vez, lo que constituye el meollo de la lucha entre las generaciones.

Richard Trexler y David Herlihy relacionan el surgimiento de la noción de “adolescencia” en algunas ciudades italianas del Renacimiento a las transformaciones de las relaciones entre generaciones en el seno de la burguesía. Los padres atrasaban la edad del matrimonio de sus hijos para no ser despojados de una parte de sus bienes y de su poder, puesto que el matrimonio, en esta clase social, iba acompañado también de una transferencia del patrimonio familiar. Ante la presión ejercida por los jóvenes (los parricidios no eran poco frecuentes en la época), los padres daban muestras de una gran tolerancia en lo referente a la sexualidad, con el objeto de no ceder en lo fundamental: la preservación y la conservación del poder sobre la gestión del patrimonio familiar hasta su muerte.

Lenoir (op cit)

Como acabamos de ver con el ejemplo de la edad:

Lo que se designa “problemas sociales” varía según las épocas y las regiones y puede desaparecer como tal en tanto que los fenómenos a los que se designa subsisten. Esto fue lo que sucedió con la pobreza, por ejemplo, que en Estados Unidos fue un grave problema “social” en los años 1930 y desapareció en la década 1940-1950, o también del racismo que no se convertirá en un problema social sino hasta los años 1960.

Lenoir (op cit)

La ciencia social siempre está expuesta a recibir del mundo social que estudia los problemas que ella se plantea a propósito de él: cada sociedad elabora, en todo instante, un cuerpo de problemas sociales considerados como legítimos, dignos de ser discutidos, publicados, a veces oficializados y, en cierta forma garantizados por el Estado (...) Para evitar ser el objeto de los problemas que se toman por objeto, hay que elaborar la historia social del surgimiento de dichos problemas, de su progresiva constitución, es decir, del trabajo colectivo que fue necesario para conocer y reconocer estos problemas como legítimos, confesables, publicables, públicos y oficiales: podemos pensar en los problemas de la familia, el divorcio, la delincuencia, la droga, el trabajo femenino, etc. En todos los casos, se descubrirá que el problema aceptado como evidente (...) ha sido socialmente producido dentro de y mediante un trabajo colectivo de construcción de la realidad social, (mediante el cual) lo que era y pudo haber seguido siendo un problema privado, particular y singular, se convirtió en un problema social.

Bourdieu (op cit)

Entonces, cuando todo parece calzar adecuadamente en ese mundo “prefabricado” de saludos y gestos amorosos, de señores resguardándose “naturalmente” de la lluvia bajo una arcada, aparece la sociología preguntándose, preguntándonos, ¿quién ha fabricado todo esto? ¿cómo? ¿por qué? ¿de qué manera? Aparece la Sociología y sentimos que el zapato nos aprieta, y entonces podemos enfrentarnos al miedo o a la maravilla, y entonces tendremos la oportunidad de dar un gran salto hacia lo otro.


1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente